Este fin de semana los socialistas portugueses se despedirán de un ciclo. El sábado se irán a la cama sabiendo quién será el sucesor de António Costa, el líder que devolvió el optimismo y el poder al partido al quebrar un tabú que hasta entonces había impedido alianzas en la izquierda. En 2015 Costa negoció con el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués una moción de censura contra Pedro Passos Coelho (Partido Social Demócrata, PSD, de centroderecha), que había ganado las elecciones. El pegamento que les unió, por encima de las históricas rivalidades, fue el rechazo a la austeridad salvaje que había impuesto la troika y ejecutado el primer ministro conservador. No fue un pacto de gobierno, pero la geringonça, como se conoció el acuerdo parlamentario de la izquierda, dotó de una estabilidad política y económica a Portugal, que sorprendió dentro y fuera del país. En la segunda legislatura de Costa ya solo hubo acuerdos puntuales y en la tercera se registró una histórica mayoría absoluta del Partido Socialista (PS) en las elecciones de 2022 que laminó a sus antiguos socios.
Ese capítulo que parecía enterrado en el pasado se ha convertido en uno de los temas centrales de la campaña electoral interna de los candidatos que pretenden suceder a António Costa en la secretaría general del PS, que renunció tanto al cargo del partido como al institucional tras la apertura de una investigación sobre su papel en la aprobación de proyectos energéticos investigados por la Fiscalía. La relación de los principales aspirantes con la geringonça se ha convertido en una suerte de retrato ideológico, un termómetro que ayuda a ubicar a cada candidato. No había duda alguna sobre la opinión de Pedro Nuno Santos (São João da Madeira, 46 años), el exministro de Infraestructuras que nunca escondió su deseo de liderar el partido y que está considerado como el favorito para ganar las elecciones internas en las que podrán votar unos 60.000 militantes entre el viernes y el sábado. Sus dos rivales son el ministro del Interior, José Luís Carneiro (Baião, 52 años), y el líder de la corriente minoritaria Democracia Plena, Daniel Adrião (París, 56 años).
Pedro Nuno Santos fue uno de los negociadores que engrasó desde el Parlamento las relaciones entre su partido y las dos fuerzas de la oposición que sustentaban desde fuera al Gobierno socialista. Su defensa de aquella legislatura ha sido siempre rotunda y esto se interpreta como una ventaja a la hora de negociar futuros acuerdos si la aritmética parlamentaria permite una mayoría de izquierdas tras las elecciones del 10 de marzo. Dentro del PS siempre se ha alineado con la familia más radical, aunque durante la campaña ha moderado su discurso y ha rehuido los ataques a sus rivales. “Nuestro adversario es la derecha”, afirma en sus actos.
Si finalmente es elegido, protagonizará otro de esos giros sorprendentes que se dan en la política portuguesa en los últimos tiempos. Hace un año dimitía como ministro de Infraestructuras, debilitado tras haber autorizado el pago de una indemnización de medio millón de euros a una antigua administradora de la aerolínea TAP que luego se declaró ilegal y provocó la apertura de una comisión parlamentaria de investigación. Pasó, sin embargo, de ser el principal responsable político a expiar sus culpas en público y convertir el reconocimiento de su error en el primer acto de su campaña hacia el liderazgo socialista. Ha recibido apoyos inesperados incluso de antiguos críticos como el presidente del Consejo Económico y Social, Francisco Assis, símbolo del ala moderada y que acudió a la presentación de la candidatura en la sede del PS, o del presidente del partido, Carlos César.
El rival que representa el ala centrista es el ministro del Interior, José Luís Carneiro. Avalado con una gestión eficiente en el Gobierno y sin el desgaste de ninguno de los escándalos que han salpicado otros departamentos durante los meses de mayoría absoluta, Carneiro se mostró dispuesto a negociar con sus rivales del Partido Social Demócrata, de centroderecha, para evitar la entrada de la extrema derecha en el Gobierno en caso de que las fuerzas de la derecha tuviesen mayoría parlamentaria. Una mano tendida que recordaba el bloque central que pactaron en 1983 ambos partidos y que convirtió a Mário Soares en primer ministro, aunque el experimento duró solo dos años.
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En esta carrera en la que ha sido el candidato sorpresa pues nunca había estado en las quinielas de la sucesión como otros ministros de Costa, ha recibido el apoyo de pesos pesados socialistas como el presidente de la Asamblea de la República, Augusto Santos Silva; el líder parlamentario Eurico Brilhante Dias o el ministro de Finanzas, Fernando Medina, que le considera el mejor defensor de la política de control presupuestario que ha distinguido a Costa (las famosas contas certas). Carneiro se desmarcó de su adversario con críticas a la geringonça.
Costa advirtió de que no se posicionaría en público a favor de ninguno de los candidatos, aunque la prensa daba por hecho que estaba más cerca de José Luís Carneiro que de Pedro Nuno Santos, con el que ha tenido fricciones importantes en el Consejo de Ministros y al que llegó a desautorizar al derogar un decreto del entonces ministro sobre la ubicación del nuevo aeropuerto de Lisboa. Sin embargo, un discurso del líder socialista pronunciado durante la presentación de un libro de Mário Soares ha sido casi interpretado como el entierro de Carneiro. Esa tarde António Costa reivindicó dos cosas que todos asocian a su exministro de Infraestructuras: el radicalismo y la geringonça.
“Algunas personas del PS, cuando criticaban la geringonça creyendo que me estaban criticando a mí, no comprendían que el principal responsable de la iniciativa había sido António Costa y no yo”, declaró días después Pedro Nuno Santos en el diario Público. “Hay personas que se quieren apropiar de las palabras de António Costa”, respondió Carneiro en la cadena SIC antes de reivindicar que el PS “dialoga tanto con la izquierda para mejorar los derechos sociales, como con el centro derecha democrático para mejorar funciones estratégicas del Estado”. Para Daniel Adrião, el tercero en discordia que siempre se ha desmarcado de la visión de António Costa, sus dos rivales son “herederos políticos del costismo”.
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